ORÍGENES

Presentar “El lazo” en pocas palabras no es fácil; sin embargo, como soy su autor y la gente tiende, cuando les digo que estoy escribiendo una novela, a preguntarme por ella (la mayoría de las veces para quedar bien, pero me toca pringar igual), me he tenido que preparar y aprender de memoria una síntesis convincente. El resumen de la trama no lo pondré aquí, porque ya os he soltado, en vez de ello, un rollo bastante más extenso en los apartados previos de la página (acceder a ella os convierte automáticamente en VIPs para mí y, por tanto, os merecéis la versión extendida). En cuanto a la categorización, por decirlo de algún modo, podemos decir que se trata de una obra de aventura e intriga fantástica que da comienzo a una saga de tres o cuatro libros (está por ver). Destinada a un público joven adulto, tiene la particularidad de que su historia está divida en varios actos que no se presentan de forma cronológica (como diría Goyo Jiménez, “para los de la LOGSE: lo de Star Wars”) y a veces se interrumpen para dar paso a otro. A la hora de abrir el libro es menos enrevesado, lo prometo, de lo que parece. 

Con todo esto ya sabido, no obstante, llega el momento de sacarle partido a la página web y hablar de forma extensa de los orígenes de la novela. Os prometo que esta parte no tiene desperdicio.

Todo comenzó hace la friolera de dieciséis años. En las Navidades de 2005… o 2004… o 2006… Mirad, no es un dato tan trascendente como para dedicar a confirmarlo los dos minutos que necesitaría. La cuestión es que alguien me recomendó por aquellos tiempos entrar en un foro sobre Pokémon. Pokémon ha sido el juego de mi vida, soy de los que ha vivido obsesionado con ese mundo hasta niveles insospechados. Existe por ahí perdida, de hecho, una “opera prima” no oficial mía, que no deja de ser un fan-fic de pokémon que escribí con doce años y que, estilo aparte, nace de una premisa bastante interesante que puede que algún día intente recuperar (no sé cómo me las arreglaría con la marca registrada…).

Fernando (Liam) y Unai (Iranur) en una quedada del foro en Madrid, circa 2006

Bueno, el hecho es que entré en ese foro y su espíritu me encandiló. Por aquella época no existía más red social destacable para nuestra quinta que Messenger (por ahí teníamos nuestras conversaciones individuales); Facebook, Twitter y el olvidado Tuenti aparecerían en un par de años, y ese tipo de foros eran el método más parecido que teníamos para socializar con gente nueva, mantener debates y demás. Como sucede actualmente en las redes sociales del momento, aquí se había formado una comunidad de jóvenes de edades y personalidades heterogéneas, aunque con puntos en común, que habían coincidido en esa etapa tan entrañable de la vida que suponen los inicios de uno en una forma de socialización más adulta, en esa consolidación de la propia identidad a través de una perspectiva del mundo más amplia que nace de conocer a otros adolescentes con sus propias e incipientes inquietudes. 

Resultó que, en realidad, el foro no era solo de pokémon. Había, por ejemplo, una subsección para hablar de cuestiones más amplias de la cultura nipona, otro de artes gráficas, otro sobre temas generales… (donde se liaba parda de vez en cuando, antes de que 2015 iniciara en twitter la moda de las polémicas semanales). También había un subforo para subir relatos. La mayoría de estos eran fan-fics de las series y libros que nos gustaban; incluso en los casos más originales, siempre había reminiscencias de las influencias del momento (Harry Potter hasta en la sopa, vaya). En cuanto a la calidad de lo publicado, como os imaginaréis, variaba. Pero más de uno apuntaba ya a maneras y nos entretenía con su talento. Yo me metí de lleno en ese subforo, especialmente debido a una característica muy genuina dentro del mismo de la que estoy a punto de hablaros. Os daré una pista: el nombre del subforo era “la Gran Biblioteca”.

Exacto: no es que yo no inventara nada durante la escritura de esta novela; pero no partí, desde luego, de cero. Entre relato y relato, algunos de los usuarios de Atomic habían ido desarrollando, antes incluso de que yo llegara, una suerte de lore fantástico interno, en el que el foro, Atomic, era representado como una ciudad mágica con el mismo nombre, que originalmente existía en algún punto inconcreto del mundo real, y la Gran Biblioteca, como un edificio dentro de la misma. No es difícil deducir que cada usuario tenía también un avatar fantástico (guardaos este dato para más adelante, porque es importante). Esto hacía los relatos más interesantes, pues cuando escribíamos usando como escenario nuestro lore, usábamos también a nuestros avatares literarios. Y eso molaba mucho.

Sin embargo, aunque había algunos proyectos colectivos con buenas perspectivas y el lore había madurado lo suyo, no se podía decir que hasta entonces nadie hubiera escrito ninguna trama extensa ni muy desarrollada sirviéndose de él. De vez en cuando, te topabas con alguna dedicatoria de cumpleaños para algún usuario que lo exploraba, por ejemplo. Especialmente reseñables eran también los hilos de Navidad, donde todos los personajes se juntaban en la Gran Biblioteca para contarse historias (cada usuario publicaba una contada a través de su personaje), intercaladas a veces por un poquito de acción para darle ritmo y cohesión narrativa al hilo (aunque de eso se encargaba el usuario más hábil del foro, del que pronto hablaremos). Cuando leáis la novela, si habéis leído esto antes, estoy seguro de que reconoceréis y comprenderéis mejor cierto “intermedio” en la misma, pensado como un homenaje a estos hilos navideños.

Pero no nos alejemos de la época de Atomic. Como decía, a excepción de contados casos, había mucho potencial sin explotar en nuestro lore. Y ahí es, precisamente, donde puedo sacar pecho para presumir de que yo di el paso de crear el primer relato largo inspirado en la ciudad de las catedrales.

Fue un momento curioso. Había muchas lagunas, muchos supuestos que no eran tan asumidos por todo el mundo como yo creía y, en definitiva, muchas visiones del mismo mundo. Dentro de la trivialidad que ahora puede parecer el hacer un “crossover” de personajes/avatares de un foro, lo cierto es que entrañó un reto; pues, aunque supuestamente tenían Atomic como punto en común, cada uno protagonizaba su propia historia con sus propias reglas y, sobre todo, estaba yuxtapuesto al enfoque de su creador (quien, recordemos, lo utilizaba como una representación de él mismo, lo que lo hacía todo más delicado). Recuerdo algunas líneas rojas, como no hacer que un personaje concreto llorara porque a su creadora le parecía impropio. Muchos otros usuarios, por supuesto, a medida que avanzaba la obra, estaban preocupados por el destino de su personaje: no fuera a matarlo, a mutilarlo, a quitarle sus poderes o hacer algo demasiado atrevido sin tener en cuenta su opinión. En resumen, se trataba de tomar prestados los personajes y usarlos sin extralimitarse. Y os prometo que conseguir que algunos temieran por sus alter egos sin que yo llegara finalmente a incumplir ninguna norma fue un logro. 

Fue una época muy feliz. Ver a la gente pendiente de las entregas semanales del capítulo, comentarlas, vivirlas… En el fondo, creo que llevo la mitad de mi vida tratando de revivir ese reconocimiento que, lejos de tener una base narcisista, en mi opinión no consiste más que en ver a la gente disfrutar de verdad con lo que haces.

Por supuesto, la calidad del relato, visto en perspectiva, no era gran cosa. No es que tuviéramos un criterio de la leche con nuestros años de bagaje literario, en general, para ser muy exigentes.  (Sé de cierta persona que pediría que hiciera aquí una excepción aquí. Mis disculpas, Eni. Siempre serás una de mis tester de rango A+). Se trataba más de disfrutar, de forma un tanto acrítica, de cómo jugábamos con nuestro mundo.  Ahí residía la magia. Y hace falta magia, no solo calidad, para que una obra llegue a su público. Este es, quizás, el primer motivo por el que “El lazo” no quedó aparcado como un recuerdo destinado a no recuperarse. Por su magia.

De izquierda a derecha: Fer (Líam), Unai (no me juzguéis los pelos, por favor), Diego (Maxwell) y Mikel (Yssel). Como veréis, además de formar parte de mi círculo más cercano en el foro, todos sus personajes serán de gran relevancia en la historia.

Tras el éxito interno de aquel relato largo, llegaron otros de otros autores, y yo mismo preparé una secuela del mío, donde ahondaba en mi propia mitología mucho más, buscando una mayor cohesión y lógica interna; pues el primer relato, en su origen, había sido una forma de presentar a mi personaje, recién incorporado al mundo de Atomic. 

En cuanto a esa segunda parte, llegué a publicar un par de capítulos y tenía toda la trama pensada de pe a pa, pero el hilo quedó inconcluso. Nosotros fuimos cambiando y el tiempo de ese foro en el que tan felices fuimos, poco a poco y sin que apenas nos diésemos cuenta, quedó atrás. Seguro que los más viejales sabéis de lo que os hablo. Siempre es la misma historia, que yo he vivido en más de una ocasión: se forma una comunidad en torno a una afición, un juego, una serie… Da igual dónde: puede ser en el instituto, en tu camping de verano o en Twitter. Pasáis un tiempo maravilloso, idílico. Pero la vida, que es un poco perra, tiene la mala costumbre de transcurrir, llevándose muchas cosas con su corriente. Dura vita, sed sola. Pocas cosas están destinadas a perdurar. Por suerte, de cada época siempre solemos quedarnos con (parte de) lo mejor. En este caso, sobre todo, lo que quedaron fueron amigos. Amigos y una idea que continuó medrando en algún rincón de mi mente, resiliente. 

Y es que me negaba a renunciar a las secuelas del lazo. Sí, en plural, pues ya había llegado a concebir dos. Conforme avanzó mi etapa universitaria (esta sí, sin ninguna duda, la mejor de mi vida) me di cuenta de lo que yo mismo había cambiado. Aquello me dio la idea definitiva: podía convertir el ciclo original de tres episodios en el telón pasado de una nueva historia, creando contrastes en los personajes entre una época y otra; mostrando cómo les había afectado el paso del tiempo, las heridas de sus batallas, etc. Del dicho al hecho, hay un trecho, y no seré yo asegure que lo conseguí (o si lo conseguiré, pues la saga aún me va a suponer mucho trabajo), pero sin duda ese objetivo fue otro de los resortes que más me animaron a embarcarme en una empresa tan extensa. En la vida real, momentos que han sido hitos para nosotros (sucesos, películas, canciones, discursos, personajes…) acaban siendo olvidados por las generaciones venideras, lo que hace que los recordemos con más nostalgia. Yo quería honrar a Atomic dándole ya un tono añejo, relegándolo a un pasado en mi propia pobra, haciendo que los lectores acabaran añorándolo también en retrospectiva. Como Benjamin Button, quería que, en su renacimiento en formato novela, Arquión naciera ya viejo y con filtro sepia.

Los personajes marcaron otro punto decisivo a la hora de no comenzar mi trayectoria como escritor con una novela pensada de cero. De verdad, no tenéis ni idea (o sí) de lo odioso que es empezar a crear personajes. Especialmente si, como yo, no sois de esas personas que disfrutan creando fichas sobre cada uno de ellos o sobre su mundo. Si mi mundo está repensado es porque he tenido años para barruntarlo y porque soy un obseso de las lagunas, pero siempre creció alrededor de una trama. No soy lo que llaman un “escritor mapa”. Tampoco un “escritor brújula”, si somos precisos. Yo acabo trazando un mapa detallado partiendo de la brújula.

A menudo, sin embargo, empezar una historia con personajes que son desconocidos para mí es una agonía. No me gustan, comienzan siendo muy planos y el proceso hasta que maduran se me hace eterno. Yo rescribo, una vez mi historia y mis personajes se creen a sí mismos, todo lo anterior en consecuencia. Y eso supone un trabajo extra muy largo. 

Pero historia y personajes están irremediablemente ligados. Si los personajes tienen personalidad, tienes mucho ganado. Con “El lazo”, mis personajes eran viejos conocidos, tanto metafórica como literalmente. Llevaban años en mi cabeza, pero además mantenía una estrecha amistad con sus alter egos reales (al menos algunos de los más relevantes). Y yo siempre he aprovechado esa ventaja. Una de estas amistades me dijo una vez, en los tiempos del foro, que yo manejaba muy bien a su avatar por algún motivo que no tenía claro. Yo siempre creí conocerlo. Nuestros avatares eran eso, avatares, proyecciones de lo que habríamos querido ser en un mundo fantástico. Pero llenarlas con algo de nuestro verdadero yo… ahí residía la chispa. Con el tiempo, me manejé mejor con eso. Cada personaje tenía un poco de la personalidad real de su creador. Por supuesto, al escribir “El lazo” también tuve que distanciarme en ocasiones del origen de los mismos. A fin de cuentas, novelizar un fic lleno de nicks absurdos, referencias a pokémon, préstamos flagrantes de libros conocidos y demás libertades iba a llevarme un tiempo, pero estaba claro que el primer paso era hacer míos a los personajes. 

Aun así, es extremadamente divertido verme, en ocasiones, hablando todavía de alguno de ellos en segunda persona, cuando me refiero a lo que hace o deshace uno delante de quien lo creó como avatar en primer lugar. Recuerdo una anécdota especialmente graciosa, después de pasarle el borrador de la novela a Eni, una ex usuaria de Atomic, cuyo personaje conoceréis muy a fondo dentro de muy poquito y que es quizás uno de los que más semejanza tiene con su creadora. Tiempo después de habérselo leído (cosa que hizo en una tarde, como sólo ella puede hacer) quedamos para tomar algo y, entre unas cosas y otras, Eni me preguntó por uno de los personajes; “ése al que pones a parir todo el rato”. “¿Quién es?” A la pregunta, bastante incómodo, le tuve que contestar “tu marido”.

Y es que, en mi intento por homenajear Atomic, había tomado prestados también hechos reales del foro, anécdotas que estaban fuera del plano de la ficción que creamos. Y el ahora cónyuge de mi amiga había sido un usuario bastante polémico en su día. Una naturaleza que, saboreada con nostalgia y cariño, también quise recordar con un personaje hecho para el caso, aunque alterando su nombre (no sólo por respeto; algunos pseudónimos vienen con un copyright cuya violación incurriría en un delito con multas que arruinarían hasta a Disney. Bueno, a Disney nada lo arruina hoy por hoy, pero me entendéis).

En fin, ¿quién puede presumir de poder quedar a tomar una cerveza con los personajes de su novela de fantasía? A veces, de hecho, no necesito el plano real para que me den la tabarra. Uno de los momentos en los que supe que había encontrado los raíles de la obra fue cuando, a pesar de que un momento concreto de la trama necesitaba que un personaje tomara una postura concreta, éste simplemente “se negaba a hacerlo”. Era del todo impensable que lo hiciera, dada su forma de ser. Aprovecho aquí para daros otro consejo: cuando vuestros personajes tengan esa clase de voluntad propia, seguid así: vais el buen camino. 

Pero con todo esto no quiero decir que con ponerle otro nombre a los personajes y darles tintes reales estuviera todo acabado. Fue un buen motor, claro. Pero hubo que cambiar muchas cosas para pasar de Atomic a Arquión: se independizó el mundo de influencias, creando una realidad propia y coherente (aunque mantenga guiños, casi siempre huevos de pascua, que os animo a bucascar); se amplió enormemente, se homogeneizó y maduró al servicio de la trama; unificó un tono… Muchos personajes se fundieron en uno solo y otros mantuvieron sólo un guiño al nick original como pequeño homenaje, aunque su naturaleza cambió del todo. Una transformación y crecimiento severos, que algunos viejos usuarios, si llegan a leer la obra, probablemente extrañen al principio.

Con todo, no puedo pasar por alto agradecerles a todos y a cada uno de los que pasaron por Atomic que pusieran su granito de arena. Mikel, Diego, Eni, Poke, los Fer, Karela, Tao… y otros que no eran tan allegados a mi círculo pero que también contribuyeron. Cada uno de ellos es co-autor o, al menos, co-artífice de esto. 

Y de todos ellos, uno merece un lugar destacado. Si la mayoría contribuyeron con sus alter-egos y algún que otro detalle provechoso para los mismos, Fernando, el moderador de “la Gran Biblioteca”, hizo mucho más. Su nick en el foro, Líam, os resultará revelador a estas alturas. Todo empieza con él: la propia biblioteca y muchas de sus características y lugares; la ciudad, los guardianes, el mismo Flopy (de cuya existencia en el mundo real puedo aportar pruebas), el Sumo Bibliotecario y su magnética ambigüedad… Todo eso ya estaba en Atomic gracias a él cuando yo llegué. El mismo tono que me esforcé en recuperar de mi relato original estuvo completamente influido por su estilo, por su carisma literario. Él nos daba mil vueltas a todos escribiendo; estoy casi seguro de que todavía lo hace. La idea original era que escribiésemos esta historia juntos. Pero la vida, ya sabéis, es un poco perra y no suele darnos mucho tiempo para proyectos conjuntos. En cualquier caso, puede que ese lugar destacado que digo deberle tenga que estar incluso por encima del mío. Le debo la primera y mejor semilla Arquión. Y mucho más.

A FUEGO LENTO

Con todo este proyecto enorme que suponía la saga de “El lazo del péndulo” en mi mente ya en el ecuador de mi etapa universitaria, decidí que el momento de ponerme con la primera novela sería al acabar la carrera. Mientras tanto, la idea fue madurando, sumando plantas y asentándose como una buena tarta, con paciencia y esmero. Es verdad que, al ponerme con ella, me costó mucho sacarle el tono. Había pasado mucho tiempo desde la era de Atomic y no sabía exactamente qué carácter darle. Dejándome llevar demasiado por mi propósito de novelizar un relato que sabía algo infantil por la época en la que había sido creado, quise hacer, en contraste, algo demasiado maduro y realista. Me pasé,  rozando el realismo mágico y, durante muchas páginas, anduve bastante errático. Fueron mis viejos amigos, los personajes, quienes me llevaron por buen camino con su humor, sus manías y sus personalidades irrenunciables. El momento en el que abrí el fic original y los relatos de algunos de mis antiguos compis fue también crucial. A fin de cuentas, era la esencia de aquello lo que quería rescatar, pero me había puesto manos a la obra sin empaparme de ella.

Mikel (Sir Yssel) y Unai (Iranur) en la fachada de la facultad de filología de la Universidad de Salamanca. En esta facultad estudió Unai su carrera, y su fachada inspiró una de las de la Gran Biblioteca.

En resumen, esta novela se ha cocinado, como digo, muy despacio. Aunque eso ha repercutido muy favorablemente en su acabado, no ha estado exento de inconvenientes. Los que me conocen saben que hubo una época en la que un par de menciones a la obra en el podcast sobre la saga literaria de “Canción de Hielo y Fuego” en el que participaba como colaborador habrían bastado para reventar el crowdfunding en menos de una semana. Por desgracia, por aquel entonces ni el borrador estaba acabado ni me planteaba la autoedición.

Después, con todo finalizado, me di cuenta de otra cruda realidad. Un desconocido sin impacto ya en las redes y con una propuesta que supone todavía el inicio una trilogía (o tetralogía) de fantasía no se considera una buena apuesta en una editorial tradicional, con independencia de la calidad de la obra y por mil motivos que los que saben de esto podrían desgranar mejor que yo.

Al final opté por Ediciones Arcanas, un proyecto que me llamaba la atención, desde hace mucho, aunque me resistí un tiempo a formar parte de él por un único motivo: lo de tener que promocionar también por mi cuenta la novela no es lo mío. Soy un desastre organizándome y me va a costar horrores saber que hay cosas que no voy a poder delegar.

Pero bueno, aquí estamos, con un pedazo de mundo que por fin voy a poner a vuestra disposición y al que, y éste es el quid de este apartado, he dedicado tanto tiempo y alma que el resultado es satisfactorio hasta para mí. Soy una persona muy autoexigente, de esas que odian leer algo que han escrito ellas mismas. Releyendo “El lazo” años después de acabarla, sin embargo, he reído, he llorado y he disfrutado como si la obra hubiese sido escrita por otro. Nunca pensé que me pasaría algo así. No digo esto por vanidad. Simplemente quiero dar fe de ello ante vosotros. Porque quiero que riáis y lloréis conmigo. Quiero que descubráis este mundo que lleva tanto tiempo deseando salir a la luz y darse a disfrutar. Quiero que crucéis por fin el umbral de la Gran Biblioteca. Que el péndulo empiece por fin a oscilar.